Estoy
yo y
no soy un pez rojo.
Estoy
dentro de la pecera
la
más hermosa de todas
y
no soy una chica inteligente
salvo
cuando imito ser quien no soy.
Por
lo general suelo contar historias tristes
historias
sobre la vejez, sobre el miedo, sobre la muerte.
Suelo
deprimirme con cierta frecuencia
y
durarme la melancolía como me dura una borrachera.
Pero
ahora estoy tranquila
supongo
que es normal
soy
una chica con vocación innata al desacato
tres
días y ya está
y
me vuelvo al dormitorio,
allí
me esperan cuatro asesinos.
Mi
asesinos no tienen patria
todos
quieren tener mis nostalgias
o
al menos eso es lo que me han dicho
yo
rara vez comparto esa virtud
pero
ellos ya lo saben y por eso vienen
con
aparente solidaridad a matarme.
Yo
no sé que decirles
ahora
estoy algo feliz
ahora
escribo que cae la lluvia
sobre
las escaleras mecánicas
que
vivo un amor inocente con
todos los chicos del metro
pero
ellos insisten y mientras me matan
lloran
todos a la vez y me mojan con sus lágrimas fluorescentes.
Y
no soy un pez rojo
ni
tampoco estoy loca
mientras
duro con vida
mis
heridas se convierten en una certeza breve
tan
breve como la grandeza de la muerte.